Me gustaría decirte todo esto a la cara, tener el valor
suficiente de enfrentarme a tu reacción, pero he preferido escoger la opción fácil;
coger un papel y un boli y ponerme a escribir, dejando que sea el corazón quien
escriba cada palabra…
La vida te enseña a vivir, a aprender a base de golpes y
de alegrías, a superar las barreras y a tener valor de tomar decisiones
radicales que, aunque vayan a cambiar todo 180º, merecen la pena tomarlas. Aprendes
a base de experiencias que te van formando, te van haciendo madurar, pero una
de las cosas que jamás aprenderé, por mucho que las viva, será a despedirme de
alguien que quiero. Tu día a día es mucho más fácil cuando tienes a gente a tu
lado que te apoya, que no te deja caer o amortigua tu caída, que se alegra con
tus alegrías y se entristece con tus lagrimas, que se entrega a ti, que camina
a tu lado, escuchándote atentamente; sin juzgarte. Esa gente parece rutina en
tu vida, en tu día a día, pero el día que llega y se marcha, te deja vacía, es
una gran pérdida, pues pocas personas te quieren de esa forma.
Puedo contar con los dedos de una mano cual es esa gente
que se ha preocupado por mi las 24 horas de los 365 días del año, a pesar de la
distancia, de una forma casi invisible, desde lo oscuro, sin sobresalir, desde
donde se llega directamente al corazón, apareciendo en el momento adecuado, en
el instante perfecto con la palabra exacta. Y una de esas eres tú. Se que lo
estas leyendo y se exactamente cual es la expresión que ahora mismo tiene tu
cara; como recorre una mínima lágrima tu rostro, como la sonrisa sobresale,
como cada recuerdo vuelve a ti…
Dicen que la distancia deteriora cualquier relación, pero
una amistad verdadera, de dos personas que se quieren, jamás se debilita, ya
pueden pasar los años que en el momento en el que lo necesites aparecerá esa persona
esa persona que tanto te quiere y que estaría dispuesto a cualquier cosa por
verte feliz.
En cualquier lugar donde te mande el destino, sé feliz.
Te quiere, Irene
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