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27 de diciembre de 2013

Y te llenan de vida la vida






Hoy tengo la necesidad de escribir sobre la entrega al que tienes al lado, sin esperar nada a cambio, sin tener en cuenta la hora ni el lugar en el que te encuentras.

Hoy, quería escribir sobre los que tienes día tras día a tu lado. Los que no se cansan de luchar por tu felicidad, los que comparten contigo, lo bueno y lo malo del camino. 

Sí, no puedo hacer distinción. No me sale dedicar esto a unos y no a otros. Esto va por todos ellos. Por ese pack que nos da la vida. Familia + amigos

Ese pack que es el mejor regalo que se puede tener, que no cabe en un paquetito de esos que se ponen debajo del árbol de Navidad y, su valor es incalculable. 

En la vida, te caes, te tropiezas y te vuelves a caer. Pero allí están ellos para ayudarte a mantener el equilibrio; para darte una mano y así ponerte en pie o, directamente te cogen y te ponen en marcha de nuevo; para dar una patada a esa piedra y apartarla del camino o para tirarse al suelo y así amortiguar tu caída… Sin importar el día, la hora y el lugar de este enorme planeta donde te hayas caído. 

Y consiguen sacarte una sonrisa hasta en el peor momento, en el día más oscuro… Y te llenan de vida la vida.
 


 
Lo compartes todo. Los días buenos, los malos, las risas, las lágrimas, los quebraderos de cabeza, las buenas noticias, las malas, los sueños, los días de cantar y los de tomar un café, los días de juegos y en los que solo apetece ver una peli, los días soleados y los grises… Un servicio de entrega las 24 horas de los 365 días del año.

Hoy, tengo la necesidad de escribir de las miradas en las que no hace falta decir ni una palabra; de los abrazos en los que no se quiere soltar a la otra persona; del hombro en el que te apoyas cuando peor estas; de las risas contagiosas; de las bromas; de las lágrimas compartidas; de las horas de escucha activa y de los cafés para ahogar muchas penas y rescatar unas cuantas alegrías.

Hoy tengo la necesidad de escribir de los que no se olvidan, que se mantienen en el corazón de por vida. 

12 de diciembre de 2013

Con D de Diciembre





Diciembre con D de distracciones, ir deprisa, decorar, demostrar, descubrir, despedir…  Un mes lleno de luces que deslumbran, de un frío invernal que se mete en los huesos y que dejas de sentir cuando te empiezas a ver las manos rojas apoyadas en el radiador, de un ir de un lado para otro corriendo, compras en el último momento, comienzan los nervios y los “otro año más me pilla el toro” porque ya están los exámenes a la vuelta de la esquina, las promesas y deseos llaman a la puerta, planificas nuevos proyectos, evalúas los ya pasados, apuras los últimos momentos del año para demostrar lo que no has hecho durante los 11 meses restantes, te dejas guiar por los anuncios que invaden tu día sin pararte a pensar en lo que le gustaría recibir a la otra persona… y, sí, aunque intentemos convencernos de lo contrario es el único momento del año que haces balance de lo bueno y lo malo.

Y una vez más llega diciembre sin previo aviso para recordarte que el tiempo corre demasiado deprisa.

Y te ves de nuevo a las puertas de un nuevo año, convenciéndote de que este año disfrutarás de cada segundo de los 365 días, que no te fijarás en lo malo y que esta vez sí que si el pasado no servirá ni para coger impulso. 


Pero vuelves a pisar tierra firme y te das cuenta que seguirás metiendo la pata y pidiendo perdón a los 5 segundos de darte cuenta, que no el regalo más caro es el que más impresiona, que en las sombras de las luces navideñas hay muchos misterios que merecen la pena ser vistos, que quieras o no la piel se arruga, el pelo se vuelve blanco, los minutos se convierten en días y los días en años, que los mejores momentos acaban rápido y los malos parece que duran una eternidad, que la ilusión de los niños con los Reyes Magos no se paga con dinero, ni el abrazo de una hija a su madre al volver a casa por Navidad y que en tu corazón se guardan doce meses de errores y de innumerables aciertos que te hacen sentirte vivo. 

19 de octubre de 2013

Por ellas



Mientras lloras por tu cabello, si está largo o corto de más, porque estas muy gordo o demasiado flaco, por tener los pechos demasiado grandes o pequeños, o por cualquier otra cosa. Ellas sonríen por estar vivas. Sonríen porque pueden disfrutar cada segundo con los suyos, por poder ver el cielo azul, ver salir el sol o ver llover desde casa, por oler las flores en primavera, por acariciar de nuevo a su perro o besar como si no hubiera mañana a su pareja, por escuchar llorar a su hijo o reírse a carcajadas, porque pueden disfrutar un café en buena compañía o un paseo a la orilla del mar…

Por todas aquellas que no han dejado de luchar y por las que murieron luchando.