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15 de junio de 2014

Pequeños piratas

Hoy, que hemos cerrado la puerta de la salita hasta septiembre, me sale escribir sobre todos y cada uno de los piratas de la tercera planta que se han cruzado este año en mi camino. Los que recibieron el alta, los que continúan luchando y los que ya no están en este mundo. Cuando pienso en ellos lo primero que me sale del corazón es un ¡GRACIAS! Un gracias enorme, y muchos os preguntaréis porqué…

Por muchas razones. Puedo decir, que la más importante es porque las huellas que han dejado en mí saben a vida. Cada momento que he vivido con ellos, por muy pequeño que fuera y a pesar de lo que había detrás, ha sido dedicado a disfrutar. Nunca imaginé que un parchís o una simple oca escondieran tantas cosas… o que en pocas horas alguien pudiera marcarte tanto y menos alguien tan pequeñín (aunque pequeños son solo en tamaño). Con ellos y gracias a ellos, ha sido mucho más fácil afrontar los retos que día a día se presentaban. Me han enseñado el amor con mayúsculas, a  hablar con la mirada, saborear una buena sonrisa, valorar un amigo, el valor de la familia, descubrir el lado positivo de las cosas o apreciar cuánto puede decir un abrazo. En una palabra: compartir. 

La coraza, los prejuicios y todo aquello que nos ponemos encima cuando salimos de casa, con ellos no son necesarios. Y si te lanzas a compartir con ellos la vida, reirás pero también llorarás, te bombardearán las preguntas, te enfadarás y te indignarás, pensarás que el mundo va al revés y que es muy injusto… Pero al final lo aceptarás, te dedicarás a disfrutar, a aprender, a ser bajito (porque allí todos somos bajitos) y a reír a carcajadas con ellos, y dirás: 

GRACIAS, ¡os llevo conmigo!

Irene