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1 de mayo de 2013

Merece la pena



Nadie dijo que fuera fácil, sólo que merecía la pena.

Y  de repente ahí estás, a los pies de una cama donde hay dolor, delante de un enfermo que sufre en silencio por no querer “molestar” a los demás, al lado del hijo que se esfuerza por sacar una sonrisa a su padre moribundo o de la madre que no pierde la esperanza por querer lo mejor para su hija. Y simplemente por estar vestida de blanco depositan en ti toda su confianza, se abren a ti y te sonríen vayas a hacerle una cosa u otra, sin protestar, poniendo su vida entera delante tuya.

Entre cuatro paredes verdes, con el dolor y sufrimiento como compañeros de viaje se alegran por una visita inesperada, sonríen para tranquilizar al familiar, te mira el que nada puede decir para agradecerte el que simplemente le llames por su nombre o el que le dediques algo de tiempo, el marido que le da la mano a su mujer para transmitirle serenidad o el nieto que lleva su peluche preferido a su abuelo para que no se sienta solo por la noche…

Nunca pensé que pudiera haber tanta alegría y tanto amor en un hospital. Agradecida. Sin dejar de aprender a acompañar a una persona que sufre. Teniendo como ejemplo de valentía, superación y de demostración de amor a los que les rodean, a todos los que luchan contra la enfermedad. Y sabiendo que no se debe perder de vista el sentido que te impulsa.

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Sonrisas