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3 de octubre de 2012

El diagnostico y la terapéutica


El amor es una enfermedad de las más jodidas y contagiosas. A los enfermos, cualquiera nos reconoce. Hondas ojeras delatan que jamás dormimos, despabilados noche tras noche por los abrazos o por la ausencia de los abrazos, y padecemos fiebres devastadoras y sentimos una irreversible necesidad de decir estupideces.

El amor se puede provocar, dejando caer un puñadito de polvo de quiéreme, como al descuido, en el café o en la sopa o en el trago. Se puede provocar, pero no se puede impedir. No lo impide el agua bendita, ni lo impide el diente de ajo que no sirve para nada. El amor es sordo al Verbo Divino y al conjuro de las brujas. No hay decreto de gobierno que pueda con él, ni pócima capaz de evitarlo, aunque las vivanderas pregonen, en los mercados, infalibles brebajes con garantía y todo.






1 comentario:

  1. El mejor remedio para el amor es disfrutarlo cuando se tiene y recordarlo cuando no esperando la llegada temprana de otro,
    Besos de gofio.

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Sonrisas