Aunque no sabemos cómo agradecer tanto bien recibido,
lo hacemos de corazón y con palabras sencillas.
Gracias, Señor, por los amigos que nos vas regalando en el camino de la
vida.
Amigos que recuerdan tu presencia.
Gracias, Señor,
por hacerte presente y cercano en el trabajo diario de Alberto,
en su esfuerzo,
en la dedicación en cada proyecto,
en la sonrisa amable,
en la mano amiga,
en la mirada que comprende hasta al más necesitado de la parroquia,
en el trabajo en equipo,
en la confianza puesta en cada joven,
en el apoyo,
en la semilla sembrada en los futuros matrimonios,
en el acompañamiento al parroquiano que vive una enfermedad,
en cada palabra dicha,
en el gesto mostrado,
en el cariño a los mayores,
en la ilusión que transmite a cada niño.
Continua llevándolo siempre de tu mano, Señor,
para que sea testigo tuyo en su nuevo destino
y llegue al corazón de todos los que encuentre en su camino
como lo ha hecho con nosotros.
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Sonrisas