Hace mucho que no escribo y hoy
lo retomo para dedicárselo a todos ellos; los que me han hecho reconfirmar cuál
es la chispa de la vida. Los que me han hecho creer que un mundo mejor es
posible. Los que cada viernes, al salir por la puerta, han hecho que deseara
volver a cruzarla la semana siguiente.
Hoy acaba una etapa. Me atrevo a
decir que una de las etapas más importantes de mi vida.
Llega el momento que llevas
preparando todo este tiempo, que ha llenado de ilusiones tus días. El día
esperado por todos los que participan de esta aventura... Llega sin previo
aviso, recordándote que el tiempo pasa muy deprisa y que no existe coraza que
proteja al corazón de las despedidas.
Ya han pasado tres años desde
aquel primer día en frente de unos renacuajos de tan solo 8 añitos. Lo recuerdo
como si fuera ayer… Siempre que te embarcas en una nueva aventura los nervios, las
dudas e inseguridades se hacen fuertes, pero ellos desde el primer momento
hicieron que los miedos desaparecieran, las corazas se rompieran y la ilusión
lo iluminara todo. ¡Quién me diría a mí que llenarían tanto mi vida!
Hoy, echando la vista atrás me
doy cuenta que con ellos he recibido mucho más de lo que he dado; he crecido en
todos los niveles (ya ves, ¡cómo pasa el tiempo!); me he contagiado de la
inocencia y las ganas que tienen por todo lo que hacen; todo el cariño recibido
sin merecerlo, me han enseñado que un amor real no tiene límites, que es
entregado a borbotones, sin esperar nada a cambio. Con ellos he aprendido lo
esencial de la vida: VIVIR.
Cada viernes en la sala Kotska ha sido especial. Las risas, las
miles de preguntas que se les pueden ocurrir en unos minutos, los bailes y las
bromas, los juegos, la ayuda entre ellos, la amistad en mayúsculas, los
cotilleos y confidencias, los abrazos, los piques y broncas, las sonrisas, las
lágrimas y la mano que ayuda a secarlas, los chistes contados, las gominolas regaladas,
los silencios compartidos y el camino andado… Todo lo que transmiten y no se
dan cuenta. Los te quiero regalados que llenan el corazón. Las mil anécdotas que
viajaran contigo. Que no importa si tienes un mal día porque ellos te lo
solucionan, tienen la gran capacidad de dar importancia a aquello que de verdad
lo tiene. Son capaces de sacarte una sonrisa en el día más amargo. ¡Cuánto que
aprender y cuánto que agradecer!
Sólo puedo decir GRACIAS por
estos 3 años vividos; a los míos por todo lo compartido; a todos los demás, que
alegran la vida a cualquiera; a los padres y madres que les acompañan,
transmiten y quieren, por todo lo confiado; a los que han participado de alguna
manera en esta aventura y han puesto su granito de arena para que todo saliera
bien; a mis compañeros por toda la confianza dada, lo compartido y transmitido
y a ti, por no dejarnos, por recordarnos que esto merece la pena y que no hay
mejor forma de vivir la vida que entregándola.
Pase el tiempo que pase seguirán
siendo “mis niños”.
Por vosotros, que dais fuerza y
luz a mi vida; Roberto, Teresa, Vega, Javi, Alex, Inés, María, Roberto, Hugo,
Alex y Miriam.
Irene
un texto melancolicamente emocionante
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