Hoy
tengo la necesidad de escribir sobre la entrega al que tienes al lado, sin
esperar nada a cambio, sin tener en cuenta la hora ni el lugar en el que te
encuentras.
Hoy,
quería escribir sobre los que tienes día tras día a tu lado. Los que no se
cansan de luchar por tu felicidad, los que comparten contigo, lo bueno y lo
malo del camino.
Sí,
no puedo hacer distinción. No me sale dedicar esto a unos y no a otros. Esto va
por todos ellos. Por ese pack que nos da la vida. Familia + amigos
Ese
pack que es el mejor regalo que se puede tener, que no cabe en un paquetito de
esos que se ponen debajo del árbol de Navidad y, su valor es incalculable.
En
la vida, te caes, te tropiezas y te vuelves a caer. Pero allí están ellos para
ayudarte a mantener el equilibrio; para darte una mano y así ponerte en pie o,
directamente te cogen y te ponen en marcha de nuevo; para dar una patada a esa
piedra y apartarla del camino o para tirarse al suelo y así amortiguar tu
caída… Sin importar el día, la hora y el lugar de este enorme planeta donde te
hayas caído.
Y
consiguen sacarte una sonrisa hasta en el peor momento, en el día más oscuro… Y
te llenan de vida la vida.
Lo compartes todo. Los días buenos, los malos, las risas, las lágrimas, los quebraderos de cabeza, las buenas noticias, las malas, los sueños, los días de cantar y los de tomar un café, los días de juegos y en los que solo apetece ver una peli, los días soleados y los grises… Un servicio de entrega las 24 horas de los 365 días del año.
Hoy,
tengo la necesidad de escribir de las miradas en las que no hace falta decir ni
una palabra; de los abrazos en los que no se quiere soltar a la otra persona;
del hombro en el que te apoyas cuando peor estas; de las risas contagiosas; de
las bromas; de las lágrimas compartidas; de las horas de escucha activa y de
los cafés para ahogar muchas penas y rescatar unas cuantas alegrías.
Hoy
tengo la necesidad de escribir de los que no se olvidan, que se mantienen en el
corazón de por vida.